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lunes, 22 de noviembre de 2004

HISTORIA DE LOS FUEROS DE TÓRTOLES (Histórico) 22/11/2004









Haciendo un viaje retrospectivo en el tiempo, atravesamos el umbral del primer milenio para situarnos en el medioevo, donde una Castilla incipiente va a coger las riendas de la reconquista, demarcándose de sus progénitas León y Navarra. Ya no habrá marcha atrás, el fuerte empuje de las mesnadas cristianas obligará a replegarse lejos de las cuencas del Duero y del Esgueva, a las huestes de Almanzor.
Entre los siglos X y XI, las familias Lara, Núñez y Velasco, entre otras, van a ser las encargadas de repoblar las villas del valle Esgueva y parte del Cerrato, con colonos norteños.
La afluencia masiva de estos pobladores va a propiciar de nuevo la roturación y explotación de los campos abandonados por las incruentas razzias lanzadas contra estas poblaciones. Pronto se levantarán iglesias y monasterios destruidos, lo mismo que los puentes y molinos. Algunas villas estratégicas fueron fortificadas y reconstruidas.
Muchos colonos se asentarán en granjas y aldeas fuera de las villas o al otro lado de las murallas, como fue el caso de Tórtoles, algunos de sus términos heredarán el nombre de estas desaparecidas aldeas o granjas: Corneganos, Val de Velasco, Caserones, Los Casares. Aún perduran algunas de sus iglesias, hoy ermitas: Santa María de Corneianos (San Isidro) y San Cebrián.
El origen de Tórtoles anterior a la invasión musulmana, claramente era hispano - germano, una pequeña fracción de ellos correspondía a los antiguos propietarios hispanos venidos a menos por el abuso tributario impuesto por los nobles visigodos, la mayor parte de la población eran siervos que comprendía el gremio de los sirvientes, pastores, braceros. Por otro lado estaban los artesanos y algún fraile. Muchos de estos nuevos pobladores fueron evolucionando social y económicamente, de colonos a vasallos para, más tarde, hacerlo de aparceros.
En el siglo XI, Tórtoles es un señorío de solariego, perteneciente al conde Nuño González de Lara, durante media centuria de este siglo, la villa pasará a realengo, con la adhesión del condado de Castilla al reino de Navarra.
En el año 1097, Alfonso VI devuelve la villa a los Lara, concretamente a Hermenegildo Rodríguez, ecónomo de dicho monarca y desposado con una biznieta del conde Nuño González. Otra vez la villa vuelve a ser, señorío de solariego, hasta que en el 1199, María Armildez, junto a su esposo Gonzalo Pérez de Torquemada, fundan para Tórtoles el monasterio de Santa María la Real, instaurando el señorío de abadengo.
Nunca sabremos si estos magnates (años antes de crear la fundación monástica) tuvieron la intención de fundar un priorato premostratense, dependiente de Monte Sagrado, pero al no contemplarse la regla de San Norberto en dicho cenobio, optaron por el traslado de una comunidad de monjas benedictinas de la villa de Frandovínez y al frente de ellas, Urraca Pérez de Torquemada, hermana del fundador y primera abadesa y señora de Tórtoles.
Los fundadores consiguen del rey para la fundación, la protección y defensa de todos los bienes del monasterio. Cabe destacar la gran amistad existente entre Gonzalo Pérez de Torquemada y Alfonso VIII. Amen a este privilegio, el monarca ratificará las exenciones que Alfonso VI aprobó para la villa de Tórtoles como la fonsadera, la inmunidad de la justicia real y el yantar. A partir de ahora la abadesa poseerá el derecho de estos privilegios.
En cuanto a los fueros de la abadesa para con la villa, se establecen las siguientes obligaciones: cada vecino, bien fuese vasallo o hidalgo, debería entregar al año una cántara de vino y tres panes. De infurción pagarían tres maravedíes, aquellos que tuvieran inmuebles por valor de sesenta maravedíes. Este impuesto, se satisfacía en especie, trigo, cebada, paja. Cada vecino debería de trabajar ocho días al año con sus bestias, el que no aportase animales, trabajaría de bracero diez días.
En el 1334 Alfonso XI reconoce el derecho, de que ninguno de sus merinos u oficiales de justicia, ejerzan dentro de la villa de Tórtoles, por ser privativo del merino de la abadesa. Para regir la villa, a los vecinos les tocaba elegir a dos alcaldes y un merino. A la abadesa, señora de la villa, la correspondía aprobar estas elecciones y darles los poderes a los electos. Todos estos derechos quedaron inscritos por orden real, en el libro “Becerro de las Behetrías”, el año 1352. Siglos más tarde se va a recurrir a él, para resolver los muchos pleitos en los que se ven enfrentados el monasterio y el concejo de la villa.
Con el paso de los siglos, evolucionarán las leyes para la administración y justicia de los señoríos, esta decisión real va a ser el detonante para que el monasterio y el concejo de la villa, entren de lleno en un proceso de desavenencia. Por un lado, el monasterio con la exigua intención de ceder algún derecho. Y por otro, el afán del concejo, de hacer valer las leyes establecidas la corona. Este largo proceso discordante, marcará la pauta hasta la muerte del señorío. Todos estos pleitos, tuvieron que litigarse en la Chancillería de Valladolid.



Mundo Correo y Diario de Burgos (22/11/2004)

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