Carta del cardenal Cisneros al concejo de la villa de Tórtoles
1° y 2° monólogos de la reina doña Juan en la villa de Tórtoles
2° y 3° monólogos de la reina doña Juan a en Tórtoles
"EL ENCUENTRO DE LA REINA DOÑA JUANA CON SU PADRE EN TÓRTOLES"
(PRIMER ACTO)
CASTILLA SE RINDE EN TÓRTOLES
CARTA ENVIADA POR EL REGENTE, DON FRANCISCO DE CISNEROS, DESDE LA VILLA DE ROA, AL CONCEJO DE LA VILLA DE TÓRTOLES:
Yo, Francisco Ximénez de Cisneros, arzobispo de Toledo, regente y gobernador de la corona de Castílla, entrego este documento y plenos poderes, al jefe del regimiento de infantería, para que se personalice en la villa de Tórtoles con tropas de la corona, facilitando así, los preparativos del encuentro de los monarcas: la reina, doña Juana I de Castilla y el rey, don Fernando II de Aragón que tendrá lugar en dicha villa..
Espero que este concejo sepa valorar la trascendencia de tal evento y colabore en cuanto sea menester a la hora de buscar acomodo, tanto a los monarcas como al amplio séquito de grandes y prelados que se van a dar cita ese día. Tengo fe en vuestra calidad de juicio y soy consciente de que vuestras mercedes sabrán actuar diligentemente con aquellas personas pendencieras, insurrectas y de mal vivir para que los días previos y los que dure la permanencia de los monarcas en Tórtoles, no se vean empañados por el desorden o por alguna revuelta.
Por seguridad y para mantener el orden, dejo a disposición del concejo de la villa, un regimiento de tropas fieles, también dejo en sus manos la responsabilidad y discreción que requiere tan regio asunto, queda para la villa la satisfacción de un hecho de tanta relevancia, mayor prestigio y reconocimiento…
Francisco Ximénez de Cisneros, regente de la corona de Castilla.
DIA 24 DE AGOSTO DEL AÑO 1507. LA REINA DOÑA JUANA I DE CASTILLA LLEGA A TÓRTOLES DESDE HORNILLOS DE CERRATO.
ANGLERIA: - Desde primera hora de la mañana, el repetitivo tañido de las campanas obliga a acudir a las gentes de la villa a la iglesia, para celebrar el solemne tedeum impuesto por las autoridades concejiles y eclesiásticas.
Después de cada uno de estas tediosas rogativas, los abnegados feligreses podrán continuar con sus quehaceres cotidianos.
Hace ya unos días que se vienen celebrando estos actos, por lo que, han permanecido abiertas la iglesia y las ermitas para que, así de esta manera, todos los vecinos puedan asistir; muchos otros, se han agolpado en avanzadilla desde las primeras luces del alba en la bifurcación de la cañada real para ver pasar de cerca el lúgubre cortejo, pues no pasan desapercibidos para los lugareños estos episodios nocturnos.
En el seno del populacho existen ciertas dudas sobre qué camino tomaría la reina para entrar en Tórtoles: si seguía adelante por Carra-Cerral, imperiosamente debería pasar por la puerta del monasterio de Santa María la Real, dueño de la villa, sin embargo, también eran conscientes del rechazo que la reina tenía a las comunidades religiosas regentadas por mujeres. La otra opción menos embarazosa, aunque más fatigosa, sería bajar por Carra-Antarrona hasta el portillo y siguiendo la muralla abajo llegarían a la Ren del Merinero, donde accederían por la cuesta del pretil a la puerta principal de la villa.
Las cuatro portaladas de la villa y los caminos que van hasta la ermita de San Cebrián y las Campanillas, están abarrotados de un gentío inquieto y expectante. Súbitamente, una nube polvorienta se atisba en la cuesta de las Atalayas, presurosos los soldados, van abriendo paso entre el gentío, dejando libre la subida del pretil. A la vez, la muchedumbre diseminada por los extrarradios, retorna con ensordecedores vítores y aclamaciones a la reina:-
UN VECINO: - ¡Viva doña Juana reina de Castilla, viva...!-
GENTÍO: - ¡Vivaaa, vivaa…!-
OTRO VECINO: -¡Viva la reina, viva!-
GENTIO: -¡Vivaaa, vivaaa…!-
ANGLERIA: - Sin hacer parada, el séquito de la reina y la carroza tirada por cuatro caballos de Frisia que portan el cadáver embalsamado de Felipe I de Castilla, atraviesan la puerta principal de la villa, dejando a un lado a la comisión formada por el concejo y los vecinos más destacados para dirigirse al atrio de la iglesia de San Esteban dónde les esperan los clérigos beneficiarios y frailes carmelitas del cercano cenobio de Los Valles, para custodiar y velar el cadáver. -
(Los clérigos, entonando un réquiem, se reclinan ante el carruaje mortuorio, mientras la reina desciende ayudada por sus doncellas. El vicario, acompañado de seis frailes que portan unas andas para meter el ataúd, se acerca a la carroza, y haciendo una solemne genuflexión, besa la mano a la reina.) -
VICARIO: - Sea bienvenida vuestra majestad a la casa del Hacedor. Aquí podéis depositar y custodiar con plenas garantías los restos de vuestro esposo. -
(La reina, asiente con un leve gesto y sin levantar apenas la mirada, entrega a la infanta Catalina a una de sus doncellas.)
DOÑA JUANA: -¡Tomad a mi pequeña, no puedo dejar solo a mi esposo en manos extrañas! -
(Al ver pasar a los frailes con el finado, doña Juana se aferra al féretro.
Una vez depositado el ataúd en la iglesia, se rezan unos responsos, acabados éstos, todos van abandonando paulatinamente el templo, las gentes expectantes aclaman reiteradamente a la reina.)
UN VECINO: - ¡Viva nuestra invicta reina doña Juana, viva…!-
GENTÍO: - ¡Vivaaa, vivaaa…! -
(El vicario, que en ningún momento se ha separado de la reina, percibe un malestar en ella cuando sus damas con ruegos y súplicas intentan inútilmente separarla del cadáver, pero no lo consiguen, ella no quiere dejar el velatorio...)
UNA DAMA: - Salgamos ya señora, el viaje ha sido largo y tortuoso, vos debéis descansar.-
DOÑA JUANA: - ¡ Marcharos todos!, mi esposo no necesita más compañía que la de su amada, ya, ni en las mismas ánimas tengo confianza alguna… -
(La reina señala las sepulturas iluminadas por las consumidas y humeantes velas. Todos abandonan la iglesia, quedando únicamente doña Juana y el vicario.)
VICARIO: - ¡Por el amor de Dios, señora!, nadie, excepto el Altísimo y el finado han quedado dentro del templo. Si es preciso se doblará la guardia. Tomad las llaves y así vuestra majestad estará más sosegada. Como vos misma podéis comprobar, ningún mortal va a entrar en la casa de Dios hasta que vuestra majestad tenga a bien. -
1° y 2° monólogos de la reina doña Juan en la villa de Tórtoles
2° y 3° monólogos de la reina doña Juan a en Tórtoles
"EL ENCUENTRO DE LA REINA DOÑA JUANA CON SU PADRE EN TÓRTOLES"
(PRIMER ACTO)
CASTILLA SE RINDE EN TÓRTOLES
CARTA ENVIADA POR EL REGENTE, DON FRANCISCO DE CISNEROS, DESDE LA VILLA DE ROA, AL CONCEJO DE LA VILLA DE TÓRTOLES:
Yo, Francisco Ximénez de Cisneros, arzobispo de Toledo, regente y gobernador de la corona de Castílla, entrego este documento y plenos poderes, al jefe del regimiento de infantería, para que se personalice en la villa de Tórtoles con tropas de la corona, facilitando así, los preparativos del encuentro de los monarcas: la reina, doña Juana I de Castilla y el rey, don Fernando II de Aragón que tendrá lugar en dicha villa..
Espero que este concejo sepa valorar la trascendencia de tal evento y colabore en cuanto sea menester a la hora de buscar acomodo, tanto a los monarcas como al amplio séquito de grandes y prelados que se van a dar cita ese día. Tengo fe en vuestra calidad de juicio y soy consciente de que vuestras mercedes sabrán actuar diligentemente con aquellas personas pendencieras, insurrectas y de mal vivir para que los días previos y los que dure la permanencia de los monarcas en Tórtoles, no se vean empañados por el desorden o por alguna revuelta.
Por seguridad y para mantener el orden, dejo a disposición del concejo de la villa, un regimiento de tropas fieles, también dejo en sus manos la responsabilidad y discreción que requiere tan regio asunto, queda para la villa la satisfacción de un hecho de tanta relevancia, mayor prestigio y reconocimiento…
Francisco Ximénez de Cisneros, regente de la corona de Castilla.
DIA 24 DE AGOSTO DEL AÑO 1507. LA REINA DOÑA JUANA I DE CASTILLA LLEGA A TÓRTOLES DESDE HORNILLOS DE CERRATO.
ANGLERIA: - Desde primera hora de la mañana, el repetitivo tañido de las campanas obliga a acudir a las gentes de la villa a la iglesia, para celebrar el solemne tedeum impuesto por las autoridades concejiles y eclesiásticas.
Después de cada uno de estas tediosas rogativas, los abnegados feligreses podrán continuar con sus quehaceres cotidianos.
Hace ya unos días que se vienen celebrando estos actos, por lo que, han permanecido abiertas la iglesia y las ermitas para que, así de esta manera, todos los vecinos puedan asistir; muchos otros, se han agolpado en avanzadilla desde las primeras luces del alba en la bifurcación de la cañada real para ver pasar de cerca el lúgubre cortejo, pues no pasan desapercibidos para los lugareños estos episodios nocturnos.
En el seno del populacho existen ciertas dudas sobre qué camino tomaría la reina para entrar en Tórtoles: si seguía adelante por Carra-Cerral, imperiosamente debería pasar por la puerta del monasterio de Santa María la Real, dueño de la villa, sin embargo, también eran conscientes del rechazo que la reina tenía a las comunidades religiosas regentadas por mujeres. La otra opción menos embarazosa, aunque más fatigosa, sería bajar por Carra-Antarrona hasta el portillo y siguiendo la muralla abajo llegarían a la Ren del Merinero, donde accederían por la cuesta del pretil a la puerta principal de la villa.
Las cuatro portaladas de la villa y los caminos que van hasta la ermita de San Cebrián y las Campanillas, están abarrotados de un gentío inquieto y expectante. Súbitamente, una nube polvorienta se atisba en la cuesta de las Atalayas, presurosos los soldados, van abriendo paso entre el gentío, dejando libre la subida del pretil. A la vez, la muchedumbre diseminada por los extrarradios, retorna con ensordecedores vítores y aclamaciones a la reina:-
UN VECINO: - ¡Viva doña Juana reina de Castilla, viva...!-
GENTÍO: - ¡Vivaaa, vivaa…!-
OTRO VECINO: -¡Viva la reina, viva!-
GENTIO: -¡Vivaaa, vivaaa…!-
ANGLERIA: - Sin hacer parada, el séquito de la reina y la carroza tirada por cuatro caballos de Frisia que portan el cadáver embalsamado de Felipe I de Castilla, atraviesan la puerta principal de la villa, dejando a un lado a la comisión formada por el concejo y los vecinos más destacados para dirigirse al atrio de la iglesia de San Esteban dónde les esperan los clérigos beneficiarios y frailes carmelitas del cercano cenobio de Los Valles, para custodiar y velar el cadáver. -
(Los clérigos, entonando un réquiem, se reclinan ante el carruaje mortuorio, mientras la reina desciende ayudada por sus doncellas. El vicario, acompañado de seis frailes que portan unas andas para meter el ataúd, se acerca a la carroza, y haciendo una solemne genuflexión, besa la mano a la reina.) -
VICARIO: - Sea bienvenida vuestra majestad a la casa del Hacedor. Aquí podéis depositar y custodiar con plenas garantías los restos de vuestro esposo. -
(La reina, asiente con un leve gesto y sin levantar apenas la mirada, entrega a la infanta Catalina a una de sus doncellas.)
DOÑA JUANA: -¡Tomad a mi pequeña, no puedo dejar solo a mi esposo en manos extrañas! -
(Al ver pasar a los frailes con el finado, doña Juana se aferra al féretro.
Una vez depositado el ataúd en la iglesia, se rezan unos responsos, acabados éstos, todos van abandonando paulatinamente el templo, las gentes expectantes aclaman reiteradamente a la reina.)
UN VECINO: - ¡Viva nuestra invicta reina doña Juana, viva…!-
GENTÍO: - ¡Vivaaa, vivaaa…! -
(El vicario, que en ningún momento se ha separado de la reina, percibe un malestar en ella cuando sus damas con ruegos y súplicas intentan inútilmente separarla del cadáver, pero no lo consiguen, ella no quiere dejar el velatorio...)
UNA DAMA: - Salgamos ya señora, el viaje ha sido largo y tortuoso, vos debéis descansar.-
DOÑA JUANA: - ¡ Marcharos todos!, mi esposo no necesita más compañía que la de su amada, ya, ni en las mismas ánimas tengo confianza alguna… -
(La reina señala las sepulturas iluminadas por las consumidas y humeantes velas. Todos abandonan la iglesia, quedando únicamente doña Juana y el vicario.)
VICARIO: - ¡Por el amor de Dios, señora!, nadie, excepto el Altísimo y el finado han quedado dentro del templo. Si es preciso se doblará la guardia. Tomad las llaves y así vuestra majestad estará más sosegada. Como vos misma podéis comprobar, ningún mortal va a entrar en la casa de Dios hasta que vuestra majestad tenga a bien. -
(El vicario paciente, espera a doña Juana en la puerta).
(doña Juana, sola ante el féretro.)
DOÑA JUANA: - Otra vez amado mío quedáis solo. No creáis vos que os abandono por mi voluntad, mis compromisos me obligan a ausentarme…
Que poco tiempo nos queda de estar juntos, pronto iniciaréis el viaje en el que no puedo acompañaros, me quedaré sola...
Que más puedo hacer yo amor mío, si por nuestro amor lo he sacrificado todo, incluso mis hijos, que me parecen extraños, mi gobierno, que ahora está en manos de mis enemigos y mi padre, al cual no veo desde hace más de cuatro años…
Amor mío, ahora me voy, pero en un suspiro mi corazón volverá a latir en tu regazo... Os dejo con dolor, únicamente puedo fiarme de la mirada atenta con la que os vela el creador… -
ANGLERIA: -A la salida de la iglesia la reina percibe que en la comisión de recepción no figuran ningún noble ni alto clero, únicamente el alcalde mayor, el merino de la abadesa y el jefe del regimiento, en representación del cardenal Cisneros, que le hace los honores. La reina, con manifiesta abulia y acompañada por los clérigos, se acerca a la comisión. El militar y el merino de la abadesa son los primeros que se dirigen a la reina, y haciendo una ostentosa reverencia, le besan la mano. El alcalde mayor junto al resto del cabildo, arrodillado sobre una rodilla le hace entrega de un terno bordado con hilo de oro.-
JEFE DEL REGIMIENTO: - A las órdenes de vuestra majestad, montada está la guardia que os dará escolta hasta el palacio, el resto de la tropa se queda de reten para lo que vuestra majestad ordene… -
DOÑA JUANA: - Os lo agradezco oficial, pero con mi guardia me es suficiente.-
MERINO DE LA ABADESA: - En el nombre de la abadesa y monjas benitas del monasterio de Santa María la Real extramuros de Tórtoles, ama y señora de esta villa, os doy la bienvenida, deseando que vuestra estancia sea lo más grata posible. El palacio está preparado para cuando vos deseéis retiraros.-
DOÑA JUANA: - No quiero para mí ni grandezas ni boato. En Torquemada, villa asolada por la peste, moré en una humilde vivienda que nos dejó un clérigo, allí di a luz a mi hija Catalina, y de los cuatro meses que vivimos en Hornillos la casa no era mucho mejor, prefiero que more en palacio mi padre con su corte… -
ALCALDE MAYOR: - Si la reina no quiere habitar en grandes salas, ni dormir en tálamo de lino, la casa en la que vivían mis padres tiene pozo y corral, ahora está vacía y con mil amores la tenéis a vuestra disposición. -
DOÑA JUANA:- Valoro con creces vuestra generosidad, la casa que me ofrecéis, me parece lo suficientemente adecuada para mí, y para mis damas… -
(Acompañada por las autoridades y sus damas la reina se acomoda en la casa.)
(SEGUNDO ACTO)
ANGLERIA: - Entre la angustia de la espera y la desazón de dejar a su amado solo, doña Juana apenas duerme, no ve la hora de reunirse con Felipe...-
- Horas más tarde, apenas despunta el día, la reina regresa al templo.-
(La reina junto al féretro)
DOÑA JUANA: - Mi amor, en mi soledad muda, cuan triste se me hace el despertar sin vuestra mirada, cuan grande es este vacío que inunda mi lecho, que lejanos quedan nuestros mejores momentos truncados en la plenitud de nuestras vidas; ahora, mi mente vaga confusa y torturada por el mundo de las tinieblas… es, en este largo camino, cuando más reclamo vuestra presencia, vuestra ausencia inunda de llanto mis sueños, mi desgarrado corazón deambula solitario por la senda de la duda… Amor, siento que muy pronto vais a iniciar en solitario el viaje a la eternidad, quisiera acompañaros, pero no tengo fuerzas ni valor, mis obligaciones me retienen…
…Hay amor, si vos supieras cuanto he sufrido, cuanto he llorado, cuanto… En Flandes, fueron tantas y tantas las noches en las que vos salíais de nuestra alcoba para buscar vicio en las ajenas, que ya perdí la cuenta, y vos, siempre me lo negabais Felipe… y el día que os sorprendí con vuestra amante… ahora, siempre estaréis a mi lado, nada ni nadie se interpondrán entre nosotros, Felipe, yo velaré vuestro sueño…
Piensan que estoy loca, pero mi locura es ver con vuestros ojos, hablar por vuestra boca, sentir cada latido de vuestro corazón como el mío…
Ya vienen en busca mía, otra vez me envuelve la apatía… ¡Estoy tan cansada, tan abatida, tan enferma de amor, tan, tan… sola…! -
(Tres damas de la reina entran en la iglesia y a fuerza de ruegos y súplicas, proponen abandonar el lugar.)
DAMA: - Vamos, vamos mi señora, se hace tarde. – (susurrando)
(La reina se levanta y sale del templo acompañada de sus damas, para dirigirse a su morada)
ANGLERIA: - Tiene mucho talento y memoria esta nuestra soberana. Con agudeza penetra no solo en lo que respecta a una mujer, sino también a un gran hombre. No da explicaciones, se niega a tomar iniciativas…, en lo que parece que hay que ver más una pérdida de voluntad y una caída en una profunda apatía que no un oscurecimiento del juicio…-
(De nuevo, la reina junto al féretro.)
DOÑA JUANA: - Felipe mío, viéndoos tan silencioso, tan contemplativo cuando os hablo de vuestros devaneos amorosos, son muchas las dudas que me embargan: ¿Por qué no respondéis…? Calláis para no comprometeros. ¿…No os defendéis ante mis querellas? ¿Acaso aún me sois infiel…? Con vuestro silencio, ¿qué queréis ocultarme?, el sabor amargo de la traición o la bajeza de la cobardía… de las dos me disteis a probar en grandes dosis... ¿Por qué… por qué amor mío?
No me digáis vos también que estoy loca o que son visiones producto de mi mente enferma, si mis ojos secos de lágrimas fueron testigos de vuestras traiciones… y aún así, Felipe, tenéis mi perdón…
…Consciente soy de vuestras necesidades como rey, y que abnegaros al deseo de la carne que os regalan todas estas rameras, os resulta imposible pero, como esposo, no puedo entenderlo Felipe… ¡maldita contradicción, cuanto más os condeno, más os amo…!
Quisiera que todo este calvario simplemente hubiera sido un sueño y al despertar en palacio, estuviéramos juntos y dichosos en nuestro lecho de amor, pero ya no queda tiempo para los sueños, solo queda la soledad muda, la amargura, el llanto…
Cuando estabas en Flandes, incluso vuestras exiguas cartas me colmaban de amor… y yo, ingenua enamorada, hice un canto a nuestro amor en la distancia y lo mantuve en mi mente para nutrirme de vos, en vuestra ausencia:
…Un amor imperecedero,
nunca dejará tránsito de separación en nuestras vidas,
solo dejará un suspiro en nuestros corazones,
para volver a encontrarse en el sueño más real
y profundo de nuestra existencia…
pero vos, Felipe, mataste nuestro vínculo sagrado, vulneraste nuestro pacto de amor, de esposo, de amante, de amigo, de estado…
Me habéis traído el tormento, la perdición, la locura...
En la confianza de una crédula esposa, hacía caso omiso a la cruda realidad y os perdonaba con el beneficio de la duda,…todo lo hice por nuestro matrimonio, por nuestros hijos, por Castilla…
En mi convencimiento, Felipe, es ahora cuando verdaderamente siento que vos sois mío… si en vida nunca fui dueña de vuestro corazón, la muerte, ha tenido que ser el mejor aliado para manteneros seguro en mi regazo…
En mi delirio, nutrida está mi mente y mi corazón de lejanos albores vespertinos, de aquellas mañanas primaverales en las que juntos acariciamos el sumun de nuestro vínculo amoroso y sagrado, embriagábais la sed de mi alma, colmábais el deseo de mi cuerpo… Mi mente se sumía en una aureola mágica, el éxtasis poesiado de vuestras palabras me hechizaba… y ahora, vos aquí quieto, inerte, vulnerable ante las sucias miradas de esas lascivas cortesanas que, premeditadamente, excusan su compañía para avizoraros de soslayo al menor vacilo de mi guardia… No puedo más, no me quedan fuerzas para soportar tanto martirio, tanta tristeza… ¿qué me queda, Felipe? Todo lo tenía y todo lo he perdido, ya no tengo poder ni ejércitos, me abandonan mis aliados, mis amigos, mi suerte… todo me lo han quitado, todo, todo…-
(Súbitamente una doncella se le acerca por detrás interrumpiendo el monólogo de la reina, que le anuncia la visita de D. Luís Ferrer.)
DONCELLA: - Perdonadme señora, ha llegado el embajador del rey D. Fernando y desea veros. –
DOÑA JUANA: - ¡Deprisa!, no perdáis tiempo, acompañad al embajador a palacio y decidle que estoy con él de inmediato. -
(Doña Juana dirigiéndose, de nuevo, al cadáver.)
DOÑA JUANA: - Pronto va a llegar el día anhelado, vuelve mi padre a Castilla, para darle la luz que había perdido y durante cuya ocultación en la oscuridad estabas para hundirte de un momento a otro.
¡Ay, Felipe!..., añoro aquellos días en que siendo aún una niña, me estrechaba en sus brazos escuchando cada pálpito de su corazón…
Con su inminente presencia, mi alma cansada se turba, se desborda la emoción de mi desangelado pecho en estos momentos de angustia…
¡Quiero que todo esto pase cuanto antes! … Me siento inerme.-
(Doña Juana se retira para reunirse con el embajador de don Fernando, don Luís Ferrer.)
(La doncella y el embajador permanecen sentados a la espera de la reina, cuando esta llega, los dos le hacen una reverencia, la doncella les deja solos.)
LUIS FERRER: - Majestad, gracias al supremo por su infinita benevolencia, mi rey, D. Fernando, acompañado por una gran comitiva, llegará hoy al mediodía a Tórtoles.-
Es de agradecer el buen hacer que ha tenido vuestra majestad, permitiendo a los nobles y prelados, el gran recibimiento y agasajo de mi rey por todos los lugares que ha pasado hasta llegar a la villa de Roa sin ningún percance.-
DOÑA JUANA: - Como reina, ¡qué menos puede hacerse por alguien tan generoso que abandona sus reinos para socorrer los ajenos…!
Y como hija, abrir mi alma llena de llanto y tristeza con un poco de alegría.-
(TERCER ACTO)
LLEGA EL REY, DON FERNANDO V DE ARAGÓN, A LA VILLA DE TÓRTOLES
ANGLERIA: - El 4 de Junio de 1507, embarca en el puerto de Nápoles, don Fernando V de Aragón, con destino a la península. Es en la ciudad de Valencia, donde recibe el primer homenaje y reconocimiento de un grande de Castilla, el adelantado de Murcia, don Pedro Fajardo, Marqués de los Vélez.
Para entrar en Castilla, no opta por el camino más corto, quiere que sus cortesanos y vasallos sepan que ha vuelto, qué nobles están con él y quienes no. A estas alturas de su vuelta, la trama que se había trazado en contra de la reina ya estaba urdida; son muy pocas las personas que en torno a ella no conspirasen a favor de don Fernando o Cisneros...
Subiendo por los altos de Teruel hasta Calatayud y siguiendo el curso alto del Jalón, alcanza las tierras sorianas, por una brecha natural entre los Sistemas Central e Ibérico. En Monteagudo, primer pueblo castellano, entra triunfante entre grandes y prelados, a la vez que es aclamado por la plebe. En Almazán le esperan las tropas de infantería del conde don Pedro Navarro para darle escolta. Siguiendo el curso del Duero pasan por Burgo de Osma, Aranda y Roa, donde le aguarda Cisneros y un nutrido grupo de grandes de Castilla para unirse a la comitiva.
El 29 de Agosto, el séquito de don Fernando, parte hacia Tórtoles
Desde el camino del Pontón hasta la puerta de la muralla, vecinos exaltados les dan la bienvenida. -
(Don Fernando, con la mano derecha alzada, agradece el agasajo de los vecinos).
VECINOS LEALES: -¡ Viva el rey ¡ ¡ Viva Don Fernando ¡-
GENTIO: - ¡Viva, vivaaa!
(Algunos vecinos manifiestan su malestar murmurando entre la muchedumbre).
ANGLERIA: - Acompañado de un vistoso y brillante séquito, don Fernando llega ante el palacio donde le aguarda su hija y donde él debía alojarse; el séquito estaba formado por el arzobispo de Toledo, el condestable, el marqués de Villena, hasta el obispo de Málaga, en el que doña Juana creía tener un amigo de toda confianza… -
(Don Fernando se descubrió)
(Doña Juana se echó atrás la negra caperuza, le hizo una profunda reverencia y le tomó la mano para besársela).
ANGLERIA: - Pero el rey de Aragón había venido para solicitar de la soberana de Castilla que le cediese la regencia de su reino y debía demostrar ante todos los circunstantes que la reconocía y honraba como reina. -
(Don Fernando dobló las rodillas ante ella, la pena le ahogaba y gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas).
DOÑA JUANA: -¿Lloráis padre de mi corazón?, vuestra hija ya no puede imitaros. Cuando sorprendí a la querida de mi esposo, se me agotaron las lágrimas. ¡Considerad cual sería mi tristeza!-
ANGLERIA: - Padre e hija se abrazaron y besaron, y luego entraron en el palacio cogidos de la mano. Era la primera vez que se veían después de más de cuatro años. Pasando todos los nobles y prelados a un amplio salón donde estaba montada una enorme mesa con exquisitas viandas, para celebrar el banquete. El rey, lleva a Juana a un cuarto contiguo donde le aguarda una sorpresa, es su mujer Germana de Foix. Los nobles, permanecen de pié en torno a la mesa esperando a que el rey tome asiento. -
DON FERNANDO: - ¡Venid conmigo, hija mía! ¡Quiero que vos conozcáis a alguien…! -
- Ella es Germana, mi esposa… -
(Doña Germana con regio protocolo le hace una reverencia a doña Juana.
La reina sin apenas levantar el rostro cadavérico, masculla sorprendentemente unas palabras).
DOÑA JUANA: - ¡Padre mío!, la única mujer que yo siempre veré a vuestro lado, está enterrada en Granada... Los hijos… siempre tenemos que aceptar la decisión de los padres -
DON FERNANDO: - Hija mía, vos debéis saber que yo guardo en mi alma la memoria de vuestra madre, pero en la vida de un rey antes han de prevalecer los deberes de estado que los familiares...
A Germana, no deseo que la aceptéis como madre, ni siquiera como la esposa de vuestro padre, pues, demás es sabido por todo el mundo que mi matrimonio, sólo es un pacto, una tregua, con su tío, Luis XII, sobre Nápoles... Hija mía, sólo es eso Germana para mi... El matrimonio con tu madre era diferente, fue bien visto por la cristiandad y bendecido por la Santa Iglesia... A ella, únicamente, quiero que la tratéis como la reina de Aragón…
Juana, es la hora de comer y los nobles nos esperan, quisiera que vos, como anfitriona, os dignárais a bendecir la mesa… -
DOÑA JUANA: - ¡No tengo ánimo para compartir mi mesa con nadie!, debéis perdonarme padre, pero mis obligaciones me reclaman… -
ANGLERIA: -A la salida del palacio, Juana, se encara a los nobles con una mirada de reproche, de dolor, de hastío... Nadie quiere cruzar su mirada con ella, ante un silencio sepulcral, todos permanecen cabizbajos... la reina regresa a la modesta morada donde se alojaba.
Una vez finalizado el banquete, don Fernando, irrumpe repentinamente y decide ir a visitar a la reina, en solitario.
Al abandonar la sala, el monarca queda sorprendido cuando ve salir tras él al obispo de Toledo, que reclama su presencia cautelosamente con ademanes
DON FERNANDO: - Hija mía, son muchas las vicisitudes, revueltas y precariedades que asolan vuestro reino, quiero que sepáis vos, que yo, como padre y abuelo, no puedo permanecer expectante a que otros intrusos se inmiscuyan en tratados de familia. Sobre la regencia y administración de Castilla, ¿qué deseáis que hagamos tanto yo, como los demás?-
DOÑA JUANA: - Eso es asunto del rey, jamás vuestra hija ha dejado de prestaros respeto y obediencia. Yo, solo quiero que las cosas vuelvan a estar lo mismo que cuando estaba mi madre, vos padre reinaréis en mi nombre, mientras yo sigo siendo la reina de Castilla, conservando el derecho de decidir en última instancia. -
ANGLERIA: - La entrevista duró más de dos horas, terminaron forcejeando, sobre cual de los dos había de elegir el lugar donde trasladar la corte que tuviera mejor acomodo. -
DON FERNANDO: - A vos, hija mía, como soberana del reino, os corresponde elegir el lugar a donde vayamos… -
DOÑA JUANA: - Es el padre, como cabeza principal, quien debe de guiar los designios de la familia. -
DON FERNANDO: - Fijaremos como residencia de la corte Santa María del Campo, ya que la ciudad de Burgos, aún está sometida al gobernador, nombrado por Juan Manuel. -
ANGLERIA: - A la vuelta de nuevo a palacio, don Fernando anuncia a los grandes que la reina, pusilánime para gobernar, le ha cedido la regencia y administración del estado hasta que el príncipe Carlos, pueda hacerse cargo de la Corona, el día que tenga mayoría de edad.
DON FERNANDO: - Caballeros, hoy por fin va a ser un día grande para Castilla
Al día siguiente, apenas había amanecido, partió el rey con destino a Santa María. La reina, lo hizo durante la noche, con los restos de su esposo. El rey no se atreve a quitar de en medio aquella cuadriga de la muerte, por muy esperpéntica que pueda parecer... -
FIN
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