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miércoles, 19 de noviembre de 2008

OTRA MEMORIA HISTÓRICA (Político Socicial) 19-11-2008





Verdaderamente es un infortunio que el pueblo español no se beneficiase de alguno de los dinamismos sociales que, con tanta fuerza, impactaron en las potencias europeas entre los siglos XVIII y XIX, los cuales van a marcar las pautas de la hegemonía, riqueza y las mejoras sociales con las que se debe regir un Estado moderno distanciándose cada vez más de una España anquilosada en las viejas usanzas del Antiguo Régimen.
El viento fresco de igualdad, libertad y de fraternidad que emana en la revolución del país vecino, entra con muy poco flujo en los grandes núcleos de la ciudadanía española y muy exiguo en el ámbito rural que, es disuadido y acallado por los poderes del estado, aborreciendo y condenando esas ideas, tachándolas
de nocivas y perniciosas para España, temiendo únicamente por el peligro que pudieran correr sus inmensas fortunas, derechos y privilegios feudales, que son proclamados por la propaganda revolucionaria.
El pueblo llano español defiende por sistema a la corona, a la nobleza, al clero y al ejército que son, para
ellos los pilares de la patria.No sería de recibo cargar las culpas contra este en su gran mayoría inculto,
supersticioso, temeroso de Dios y de su rey, que ignora cuanto sucede al otro lado de los Pirineos.
Son los otros, los cortesanos, la camarilla del rey, acaparadores de los altos cargos de la Administración
y dueños de inmensos latifundios los que sí tienen responsabilidad por su aquiescencia en algunos de los excesos y caprichos de un rey fatuo que delega más en su abominable valido, el príncipe de la paz, que en su propio hijo, aunque este sea el deseado. Estos singulares personajes van a ser los causantes de la sangre
derramada por el siempre generoso pueblo español que lo dio todo por su patria y por su rey, mientras a
sus espaldas se representan en Bayona las escenas sucesorias más rastreras y circenses de la familia real,
pujando entre ellos por ser el más servil del pérfido Napoleón, que juega con ellos a su antojo como si de
unos títeres se tratase.Mientras, su pueblo está escribiendo con letras de sangre y fuego cada uno de los
capítulos de la guerra, constituyendo ‘La Pepa’, abolida por el abyecto Fernando VII que persigue y aniquila a sus partidarios.
Es injusto, sí, pero aún no se le han terminado las penas y el dolor al pueblo español que viste de luto y
rumia su rabia por los hijos muertos que emanciparon su patria y ve como sus hermanos se matan entre
ellos por un rey espurio.



Diario de Burgos  

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