Con la ayuda inestimable del duque de Alba, este rico regidor de la villa de Medina del Campo va a ingresar en el consejo de hacienda de Felipe II en el año1553. El príncipe regente es consciente del revuelo que causará en la corte el nombramiento del banquero Medinés, pero las arcas de la corona están endeudadas y necesitan de personajes como él para tratar negocios con otros banqueros, cambistas y mercaderes de su misma estofa.
A nadie se le escapa la ascendencia de Rodrigo de Dueñas, se dice de él “ que es hijo de un tintorero y nieto de un judío tornadizo y, que en el pasado vendía y compraba lienzos; cambista que de simple mercader y arrendador de rentas ascendió al consejo de hacienda como prestamista del Emperador en las campañas de Alemania y Flandes”.
Rodrigo de Dueñas, acata el nombramiento del joven don Felipe, sabedor que a pesar de este reconocimiento y prestigio no podrá dar el salto cualitativo en su estrato social. Siendo uno de los banqueros más ricos de Castilla, nunca va a gozar del reconocimiento de la corte, a quien siguen viendo como un cristiano nuevo al que repudian y envidian.
Casi como un noble castellano seguirá su expansión jurisdiccional, mecenazgo y reconocimiento, adquiere palacios, funda conventos y casas de ordenes religiosas. Para culminar en su afán megalómano adquiere el señorío de Tórtoles perteneciente al monasterio de Santa María la Real, sumido en un clima de enemistad y enfrentamiento con el concejo de la villa sobre la percepción de los derechos señoriales en disputa desde el siglo XIV, pero el astuto banquero pasa por alto este inconveniente y decide hacerse cuanto antes con el señorío de la villa, es hábil y sabe que el tiempo juega a su favor por lo que va a aprovecharse de las tasaciones periciales apreciandólas a la baja, sabiendo que el monasterio no le pondrá muchos reparos pues está inmerso en un declive económico, con muchas deudas a particulares que ascienden a 262.500 maravedís, por lo que va a necesitar imperiosamente de su dinero. Estos débitos fueron contraídos por los pleitos sostenidos contra el concejo de la villa en la Chancillería de Valladolid.
Para autorizar la celebración de la venta, el papa Julio III envía una bula papal interpretada por los delegados apostólicos el 28 de Marzo de 1555, reconociendo así que este señorío está bajo el amparo de la Santa Sede.
En un detallado inventario que se extrae de la escritura, doña Isabel de Mendoza, abadesa y señora de la villa cede: la jurisdicción civil y criminal, alta y baja, mero y mixto imperio, la infurción, la martiniega, sobre el concejo y los doscientos cincuenta vasallos (tasados en 15.000 maravedís cada uno); las dos varas de alcaldes ordinarios y la del alguacil, la escribanía (notaría), las alcabalas, las cuatro portaladas, todo junto importa 5.028.460 maravedís.
Pero Rodrigo de Dueñas, no ha contado con el rebatimiento del obispo de Burgos, don Francisco de Mendoza, al no otorgar la licencia para licitar la venta, potestad que adquirió la diócesis dos siglos atrás cuando las abadesas del monasterio prometieron obediencia a la iglesia de Burgos. También el prelado denunció como nula la bula de Juan III que había muerto el 23 de Marzo y los delegados apostólicos la interpretaron el 28 de Marzo. Tras cuatro años de pleitos, una sentencia dictada por la Chancillería de Valladolid el 22 de Agosto de 1559 declara nula la venta obligando a devolver el señorío a los herederos por el mismo precio, ya que Rodrigo de Dueñas había fallecido el 25 de Enero de 1559.
Diario de Burgos (27 y 28)-12-2011
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