Por
Dios, por la Patria y el rey... estas son las bases en las que se
fundamenta el pueblo español. La exigua influencia de la Revolución
Francesa va a lacrarlo de por vida con filias y fobias de las que ya
no va a poder desprenderse.
Para
buscar el origen del divorcio con la Corona tenemos que remontarnos a
la abolición de las Cortes de Cádiz de 1812 por el pérfido
Fernando VII, tras su cobarde vuelta a la devastada patria,
apoyándose en los españoles traidores a la Constitución para
instaurar de nuevo la monarquía absoluta y las abolidas estructuras
sociales del Antiguo Régimen. El desprecio de este rey hacia su
pueblo, no tiene limites, la represión sangrienta contra los
movimientos liberales, llega hasta el punto de aniquilar a muchos
héroes de la Independencia, que combatieron por él, como, Polier,
Lacy, Riego, el Empecinado... todos lucharán contra los excesos y
abusos, y para recuperar los derechos cercenados del pueblo. A su
muerte va a dejar una España enquistada y dividida, abocada a nuevas
guerras de las que el germen del odio y el enfrentamiento fratricida
van a estar presentes hasta la actualidad.
Algunos
de los pronunciamientos, perpetrados por militares sediciosos van a
secundar la subida a la poltrona de monarcas de esta saga finiquitada
por la instauración de las Repúblicas, como fueron los casos de
Martínez Campos, que proclamó en Sagunto rey a Alfonso XII, en
detrimento de la Primera República y Franco, que se sublevó contra
la Segunda República, nombrado su sucesor de la Jefatura del Estado,
al monarca actual. Obviamente esta última disposición impuesta por
decreto choca con el criterio lógico de las nuevas generaciones, que
no conciben la entrega gratuita de privilegios que se les hace a
estos iconos desfasados.
Racionalmente
parece incomprensible que en la actualidad, una parte importante del
pueblo llano no quiera ver el trasfondo del señuelo envolvente con
el que la realeza ha sabido confundirlo.
Diario de Burgos 18-12-2012
Diario de Burgos 18-12-2012
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